Poesía de Sinaloa
22 de diciembre
De: Manuel Bonilla (1893)
La ciudad está de gala
dispuesta á regocijarse
como las niñas bonitas
que celebran sus natales;
repiques dianas, cohetes,
ensordeciendo los aires;
banderas, flores y risas
en las plazas y en las calles
hacen visos las aceras
por la confusión de trajes,
y como espuma de neutle
sube y ufano se esparce
el contento de las almas
en los alegres semblantes.
Gratos rumores se escuchan;
perfume, luz y donaire
embargan nuestros sentidos
en éxitos agradables…
Hace ya veintinueve años
que los buenos habitantes
de Culiacán, esperaban
con ansiedad palpitante
un grave acontecimiento
una derrota… ¡quién sabe!
porque oían, como suelen
á lo lejos escucharse
los sordos ecos del rayo,
el rumor de los combates,
y temían con justicia
los patriotas liberales
saber muy pronto las nuevas
del presagiado desastre
del improvisado grupo
que mandado por Rosales,
salió á contener al campo,
del invasor los avances.
¡En tanto los fratricidas,
los ilusos imperiales,
seguros de la victoria
impacientes por menguarse
preparaban las coronas
y los lauros que adormecen,
del Francés las rubias sienes,
teñidas de noble sangre
vertida por los intrépidos
defensores de estos lares!
De pronto se ve un jinete
á toda rienda acercarse;
rápido llega y al pueblo
que ansioso llena las calles,
anuncia el triunfo increíble
de las tropas liberales;
después, entre el regocijo
y el asombro populares,
desfilan los vencedores
que entre sus columnas traen
al ejército enemigo
rendido en su mayor parte,
y con su Estado Mayor
la persona interesante
del héroe de la Jornada,
el magnánimo Rosales.
Rosales, sí, cuyo porte
á la vez serio y afable,
revela el genio que anima
a los hijos inmortales
de la gloria, en la mirada
triste, sonadora, grave,
como buscando lo ignoto
de los cielos eternales.
Es soldado-poeta,
es el sabio gobernante
de cuyo plectro inspirado
cantos patrióticos nacen,
que libérrimas ideas
lanza al mundo en cada frase;
él, que dedicó a la patria
desde pequeño su sangre:
genio cual Netzahualcóyotl,
Cuauhtémoc en lo indomable,
prudente como Tenoch,
pero más que todo grande
porque á sus dotes reúne
otra de mayor realce:
la de saber perdonar,
¡la virtud más admirable!
Tomado del libro: La Derrota de la Intervención Francesa en Sinaloa y su Héroe (compilación), Bonilla Zazueta, Martha Lilia, Once Ríos Editores, Culiacán, Sinaloa, 2001
