Héroes – Poetas en la historia de Sinaloa, México
ANTONIO ROSALES, EL POETA
Por: Eustaquio Buelna
El año de 1851 Antonio Rosales publicó algunas poesías en la colección intitulada «Aurora Poética de Jalisco», que revelaban los grandes tormentos de aquella alma inmensa, que rompiendo todas las preocupaciones, formulaba en armoniosos versos sus dudas y sus dolores, con escándalo de una sociedad que no podía comprenderle.
Pensamientos de muerte, de desolación infinita, expresados con acentos dignos de Byron y una siniestra profecía sobre el fin prematuro de aquel poeta de la amargura y del desencanto.
Pero oigamos al mismo Rosales, pues sus versos nos harán penetrar en el fondo de ese carácter, bajo muchos aspectos interesantes. En la composición que lleva por nombre «Adiós a mi Esperanza», se encuentran los siguientes cuartetos:
Hijo del infortunio y desventura
sólo vine a este mundo a padecer:
náufrago soy que brega en mar
oscura,
mi destino ignorado es perecer.
Cándida estrella de ilusión y
amores,
ventura sólo debes alumbrar,
tu luz rielando sobre blancas
flores
por un cielo sin nubes resbalar.
Y esta voz que fatídico levanto
con desesperación, ciego frenesí,
de muerte tal vez es fúnebre canto
que mis penas arrojan hacia tí..
En otra intitulada «Bello es Morir», se expresa con esta energía:
¡Bello es morir!, la vida es una
infamia
al que nada le queda que esperar:
su misión en el mundo está cumplida,
Fáltale solo el mundo despejar…
Pero en donde aparece en toda su sombría desnudez el alma de Rosales, es en la composición que lleva por nombre ¿quién es Dios?, de la cual entresacamos lo siguiente:
¿Esta es la vida? con despecho
dije,
cuando vi la maldad entronizada:
y en redor revolviendo la mirada:
¿dónde está el Ser que sus destinos rije?
¿Quién a este valle de dolor me
lanza?…
¿qué? ¿será un ser de lágrimas
sediento?…
¿quién me dio por escarnio el
pensamiento?…
¿quién me dio por sarcasmo la
esperanza?…
Perdón ¡oh Dios! perdón al pobre insecto,
que pretende escrutar altos arcanos,
y abandonado a sus esfuerzos
vanos,
a tí se encara desde el polvo infecto.
Perdón, si el labio te nombró
blasfemo,
mis ojos al secar acerbo lloro…
¡Espíritu sublime!… yo te temo;
y aunque no te comprendo, yo te adoro…
Tal vez un análisis riguroso encontrará defectos en los versos que acabamos de citar; pero en ellos no deben verse más que los primeros ensayos de un joven, que cuidándose poco de las dificultades de la forma, buscaba libre salida a las ideas que hervían en su cerebro privilegiado.
Lo que si se reconocerá siempre en esas composiciones es, la superabundancia de imágenes, el caudal de sentimientos que se desborda, las galas de una fantasía rica y creadora.
Tomado de: Presagio, Revista de Sinaloa; número 6, página 17.
