Poesía sinaloense
LA FERIA
Por: Enrique Pérez Arce
Entre las fervorosas oraciones
y los cánticos de la romería,
resuena locamente la alegría
de la feria, llena de evocaciones
de amor, de fe, de patria y de poesía.
Poesía cuya placidez restaña
la fatiga moral, como agua pura
que brinda al caminante su frescura
en el remanso azul de la montaña.
Sonrisas del ayer puestas de acuerdo
con los llantos de hoy, con la fragancia
de las rosas marchitas de la infancia
que perfuman las arcas del recuerdo.
En medio del ardor de esta verbena
que junta lo gentil con lo sagrado
se oye apostar el «gallo colorado»
en la clásica arena,
y gritar al muchacho afortunado
en la lotería que ha jugado:
¡Aquí es buena!…; ¡Aquí es buena!
Euforia popular hay en la plaza
donde estalla hecho luz el coheterío
del Castillo, mientras la danza pasa
a la iglesia, luciendo el atavió
de colores, de la autóctona raza.
Frente a la Rueda audaz de la Fortuna,
tiros al blanco, monstruos inauditos,
y volantines con los caballitos,
que nos dan la impresión de un Parque Luna
que aviva su atracción con estos gritos:
¡Paletas Heladas!… ¡El queso de tuna!…
¡Pastelitos, niña!… ¡Pastelitos!…
Más todo el gentío
busca, ansiosamente,
el vernáculo y típico ambiente
de los cantos de amor del Bajío
y los sones de tierra caliente;
encontrando luego, en la carpa de enfrente
lindo par de morenas bizarras
que aceptando pronto las invitaciones
vivaces, se ponen en jarras,
y a unos charros piden, salerosamente,
que les acompañen rancheras canciones
con las cuerdas tónicas de sus dos guitarras
y las voces roncas de sus guitarrones.
Y el más joven, apuesto y donoso,
comienza una trova. La trova
es un dúo rural, amoroso
y picante, cuyo malicioso
sentido, al público arroba.
Así empieza el galán su cantar:
– Un beso te quiero dar,
pero la verdad no sé
cómo lo voy a empezar,
ni cuando lo acabaré!…
Ante este cálido grito
del mozo que la corteja,
ella, con tono contrito,
responde con esta queja:
Le tengo miedo al mosquito
que anda zumbando en mi oreja!
¡No le temo al piquetido.
sino a la roncha que deja!
Tomado de; Presagio, Revista de Sinaloa; número 62, páginas 6-8.
