Poema de Alejandro Avilés
El don de aquella tarde
Fue a la orilla del tiempo, de una onda
Grande bronceada de suavidad
y tal dulzura cierta
Cual tarde no hubo más ninguna.
Sus voces florecían
y acompasaban el rumor del lago
Como ramas de un sueño
cayéndose de luz es tierno canto.
En el espacio, como libro abierto,
se deshojaban nubes encendidas.
Y memorias sus urdiendo
Hasta las duras piedras florecían.
Flor natural, la vida
ignoraba sus fuentes de amargura.
Y el alma contemplaba
solo fuentes de amor manando juntas.
Fue a la orilla del tiempo.
El aire, el agua en oleajes lilas,
Como celestes manos
signaban las arenas y los días.
En las selladas arcas del espíritu
Guarde las voces áureas.
Y ha quedado latiendo, inmarcesible,
el don de aquella tarde.
Sinaloa; La inspiración de sus poetas
